6.01.2015

La nueva imagen.

Un nuevo yo, uno renovado. ¿Seguro? Esperemos.

Intento hacer las cosas siempre por el bien de los demás, me preocupo hasta por la gente que ni conozco. Soy el imbécil que vive de ilusiones, de promesas que nunca llegan a cumplirse.

Sigo en busca de un camino con destino. A cada día que pasa aprendo cosas nuevas, cosas que intento aplicar a mi vida diaria, para sentirme mejor conmigo mismo y hacer sentir mejor a los que me rodean. Intento que sean felices y, por lo que veo, no lo hago nada mal. Pero, egoístamente hablando, ¿qué pasa conmigo? Vuelvo a lo mismo de siempre, a ese bucle del que no puedo salir. ¿Soy feliz? ¿Realmente lo soy? Tengo muchas cosas por las que sonreír, muchísimas. Y eso hago, sin dudarlo. Poca gente me habrá visto serio. Pero, por dentro, sigo sintiendo ese vacío. Ése que hace tiempo busco llenar y que nadie lo consigue.

¿Y si no estoy hecho para llenarlo? ¿Y si es algo de mí que debe permanecer vacío? No sé, quizás es algo que deba plantearme, que únicamente estoy aquí para llenar el vacío de los demás... a costa del mío. Quizás sea eso.

A saber si alguna vez llegará el día en el que, bueno... En el que, simplemente, me dedique a sonreír.

¿Y qué hay de esa lista de propósitos que hice para este nuevo año? Algunos son caprichos, otros experiencias... pero, ¿propósitos? Pocos tengo ya. Y ninguno cumplido.

Será mejor parar un momento, observar con determinación lo que tengo bajo los pies, y saber dónde puedo pisar. Porque muchas veces nos metemos en arenas movedizas, y lo peor que puedes hacer es moverte sin saber hacia dónde.