9.26.2013

Todo tiene un final, pero éste no es el mío.

Alcohol. Litros y litros, en vena.

Me he acostumbrado a no llorar. Me he acostumbrado a que, simplemente, duela. Quizás la culpa es mía por ilusionarme tan rápido. Pero yo no controlo mis sentimientos. Yo no soy el que decide qué sentir. Te lo dije, y te lo puedo repetir millones de veces: me desconciertas.

No entiendo tus palabras ni tus actos. Estoy realmente perdido, ya no sé ni qué pensar ni cómo actuar. Sólo sé que, hoy por hoy, no te tengo a mi lado. Realmente, soy un imbécil. Un idiota que pudo creer que por una vez algo le saldría bien. Da igual lo que diga, da igual lo que haga.. siempre, siempre acaba todo de la misma forma. Me encanta montarme mis dramas, lo sé. No hay cosa que se me de mejor que eso. Quizás sea que necesite llamar la atención. ¿Por qué? ¿Y por qué consigo llamar la atención de todos... menos la tuya?

No me creo mejor que nadie pero, sinceramente, pienso que no puedo hacerlo mejor. No puedo dedicarte más palabras bonitas, no puedo tratarte mejor, pensar en ti más de lo que ya lo hago. Quizás me estoy obsesionando por algo que realmente nunca debía haber pasado. Pero no te equivoques, esto no es una batalla perdida. Aún estoy dispuesto a luchar, sólo si tú me dejas. Haré lo imposible para demostrarte que realmente me importas, que quiero pasar mis días a tu lado y que quiero hacerte feliz, al igual que yo lo soy cuando estoy contigo.

Ojalá no separarme nunca de ti. Ojalá poder darte todos los besos que quisiera, esos que tan cortos se me hacen. Espero que estés dispuesto a recibir lo mejor de mí, y que me muestres lo mejor de ti.

Todo, absolutamente todo, tiene un final. Pero espero que éste no sea el nuestro. Sino.. siempre me quedará el alcohol para curar mi indefenso, pero valiente corazón.



<< A veces los días salen grises >>


No hay comentarios:

Publicar un comentario